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Capitulo 1 Prefacio

Presentacion
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En las siguientes líneas explico el motivo del título de la novela «Esperanza en
Tánger».
Esperanza Chappory falleció a los 14 años en Tánger; pero todavía está entre nosotros,
y habla con su sobrino nieto Enrique. Estoy escribiendo no solo memorias de
tangerinos sino también sus opiniones de lo que Esperanza ha visto y sigue viendo en
estos más de 100 años de su estancia entre nosotros. La novela se compone de cortos
capítulos en donde Esperanza le narra cosas a Enrique y este (autor de la novela)
cuenta vivencias de su niñez y su juventud en Tánger (sigo siendo niño a mis casi 70
años).
Para distinguir quien habla pongo entre corchetes su nombre […]. Esperanza siempre
habla en primer lugar y cuenta el principio de cada capítulo, y yo (Enrique) me encargo
del final, de forma que a veces hay pequeñas discusiones y contrastes de pareceres.
La familia Chappory era Tangerina (así, con mayúscula) de origen inglés, de gran
fortuna y luego venidos a menos, por no decir «a nada». La gran mansión Villa
Eugenia, con sus más de 30.000 metros de jardín se ha convertido en tres horripilantes
edificios, aunque mantienen la maravillosa vista al estrecho de Gibraltar.

Capitulo 2 La Pergola

La Pergola
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¿Oyes el olor de las rosas y de los geranios? ¿Escuchas el silencio de las hojas? Si tu respuesta es no, es porque nunca estuviste en la pérgola de Villa Eugenia, cuatro
escalones que solo pudimos saltar cuando ya creíamos que éramos muy mayores, un banco de hierro que estaba hecho de hierro, es decir, para ser visto y no para ser sentado, paso obligado para ir al columpio, paso obligado para ir a los eucaliptos y, sobre todo, paso obligado para jugar al escondite. Rosas que no te delataban, hojas que escondían el ruido de tu corazón, entonces el ruido de tu corazón te delataba, hoy es el silencio de tu corazón es el que nos delata. ¿Empiezas a oír el olor de las rosas
y los geranios?

Capitulo 3 La cuesta

La cuesta
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Voy caminando muy despacio hacia el mar, bajo por la Cuesta de la Playa,
y cuando digo cuesta no solo me refiero al nombre de la calle; las cuestas en Tánger son montañas que hay que escalar, montañas llenas de interminables escaleras. Por
fin llego a la avenida de España, pero no me decido a qué balneario ir, así que los voy recorriendo uno a uno (Miramar, Neptuno, Coco beach, Tres carabelas, Coup de reoulis, Recreativo, Yach club). Entro en el de Los Hoteles asociados, uno de cuyos fundadores fue el hotel Cecil, que pertenecía a mi familia; bueno no me alargo más y cuento lo que vi en la playa y a quien vi. Abdellah me ofrece una cabina y, naturalmente, un sombrilla que ,literalmente, clava
muy cerca de la orilla, el griterío de los niños es ensordecedor pero muy agradable, algunos metros mar adentro veo la balsa repleta de intrépidos bañistas que se tiran de cabeza desde los dos trampolines; hoy no hace viento de levante y gracias a eso la
finísima arena no te molesta en las piernas; los días de levante los granos de arena te hacen un daño parecido al de miles de agujas pinchando tu piel; no descubro nada al decir que la arena, además de finísima, es de un blanco que deslumbra.

Capitulo 3 Niña 5 años

Niña 5 años
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Me acerco a la terraza, está llena de mamás, y oigo que una niña de no más de cinco
años le dice a una señora que está con otro niño:
—¿Usted es la mamá de Quique?
—Sí, bonita. —Le responde.
—Pues dígale que no vaya con otras niñas, porque yo soy su novia.
Quique, cuando era ya mayor, me contó bastante de su vida, y ahora quiero reescribir
un par de esos recuerdos; luego, más adelante, contaré sus innumerables negocios y
los proyectos que llevó a cabo en su vida. Me dice que el resumen de su vida es "Dos divorcios, dos hijos, dos nietos, un Mercedes y un Rolex."

Capitulo 3 La Balsa (Tango)

La Balsa
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Recuerdo de forma imborrable, cada día, el olor y la textura del flotador de publicidad
de crema Nivea, mi salvación a la hora de pasar desde la orilla a los no más de treinta
centímetros de agua; me acuerdo de olas que venían a tragarme y llevarme hasta la
balsa, lejana balsa a donde teníamos prohibido ir, a la que solo los mayores, los muy
mayores llegaban nadando. Allí había dos trampolines y montones de muchachas y
muchachos. Si mi memoria no me falla, solo fui tres veces a la balsa y solo logro
acordarme con detalle de dos de ellas: la primera fui nadando a braza, sin mirar lo lejos
que la playa estaba, se movía a mi espalda y la veía de reojo a escondidas como
desaparecía y volvía a aparecer; volví nadando con los ojos cerrados. La segunda nadé
a toda velocidad y solo me detuve casi al llegar al tocar una de las cuerdas que la
sujetaban a la arena, metí la cabeza para ver donde estaba el fondo y fue cuando
descubrí el infinito; todavía siento el dolor de estómago y la sensación de no ver el final,
de ver y descubrir el infinito. La tercera y sucesivas veces fui nadando en sueños, en
pesadillas, en donde el despertar me salva del infinito, de mirar abajo, detrás y atrás.

Capitulo 4 Madame Porte (Cumbia)

Madame Porte (Cumbia)
00:00 / 02:00

Doy un salto hasta el año 1955. Estoy sentada en el salón de té Madame Porte, con el
grave problema de tener que elegir entre pedir uno o dos pasteles, ya que el asunto de
la bebida era secundario y además ya estaba decidido de antemano; fui a lo fácil y pedí
un éclair, y lo pronuncié tan bien que me sentí un poco francesa. En Tánger ser
español, francés, italiano o inglés no te identificaba con tu país de origen ya todos
éramos TANGERINOS, así, con letras mayúsculas.
Salir de Porte y dar un paseo por el boulevard Pasteur es entrar en el mundo
internacional, las tiendas y sus escaparates son increíbles y están siempre abiertas,
según la religión del dueño: los viernes las tiendas de los musulmanes cerradas, los
sábados las de los hebreos y los domingos las de los cristianos; por lo que ir de tiendas
se basaba en el día de la semana. Entro en Kent a comprar no se qué, pues es obligado
entrar a mirar y luego salir con algo rico, tipo regaliz, chocolate, galletas. etc. Hay más
bancos que en cualquier ciudad de Europa, me refiero a bancos en donde poder
cambiar divisas, hacer una transferencia o simplemente tener a buen resguardo tus
ahorros.

Capitulo 5 Pili Haro(Cumbia)

Pili Haro, en Villa Eugenia
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Me encanta sentarme a la mesa del comedor y escuchar a mi hermana
Eugenia contar las pocas novedades de los días que se repiten, pero que son
apasionantes; ya que nada malo ocurre y nada muy malo puede pasar. Los días de
verano son apacibles: ir a la playa, ir de paseo en el coche que conduce, no tan bien, pero de forma segura, nuestro chófer Luis (el Gordo). También él es el encargado de ir al zoco y traer lo que está escrito en el papelito que mi hermana le deja cada noche
en la mesa de la cocina; los precios son en francos pero se contabiliza en pesetas o en cualquier otra moneda de las que habitualmente puedes cambiar en alguno de los muchos cambistas que hay, sentados en medio de la calle, con sus mesitas y sus pizarras con las cotizaciones de las diferentes divisas, y a los que, curiosamente, nunca
les roban o los atracan.
Hoy comenta y escribe en su diario que hay una niña nueva, Pili, en la merienda, que es muy simpática; es hija de Eduardo Haro Tecglen, director del diario España, y hermana del que años más tarde sería el gran poeta y escritor Eduardo Haro Ibars.

Capitulo 5 La escalera(Cumbia)

La escalera
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Nunca, creo que nunca, me levanté de la cama por la noche, y naturalmente nunca bajé las escaleras ni vi de noche cómo eran el comedor, la entrada y mucho menos el jardín. Cuando digo creo es porque estoy casi seguro de que una vez me levanté para ir al cuarto de baño y casi, repito, casi, torcí a la derecha en vez de a la izquierda, a la derecha estaba la escalera, justo enfrente del reloj de pared; no sé si me daba más miedo la oscuridad o el tic tac del reloj; en fin, no fui al cuarto de baño y nunca dejé de tener miedo a la oscuridad y al tic tac del reloj, subir escaleras me gusta, bajarlas no.

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