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Capitulo 31

Capítulo 31 
[Esperanza]

Uno de los quehaceres diarios de mi hermana Eugenia era el escribir un par de hojas de su diario; lo hizo durante más de sesenta años, por lo que escribió más de 40 000 paginas, de las que desgraciadamente solo se conservan unas cuantas hojas y unos cuantos cuadernos en casa de Enrique, que me dice que los esta ordenando, y en algún capítulo de la novela copia algún párrafo. Curiosamente nunca escribe su opinión o comentario sobre nada ni sobre nadie, solo narra con quién estuvo, quién la visitó, a quién vio en alguna de las tiendas que habitualmente visitaba, la hora en la que se levantaba y cuándo se iba a dormir. 
Hacía sus escritos en tres tipos de papel: en la parte de detrás de los panfletos del frontón Tánger; en el papel del Hotel Cecil, y en cuadernos con o sin argollas. En fin, más de 60 años de datos diarios no muy interesantes, pero ahí están. Le pido a Enrique que ponga tres fotos de los tres tipos de papel que usaba, creo que el papel habla en su propio idioma, su textura, y en la mayoría de los casos su color amarillento, no solo por el paso del tiempo, sino también por lo que ha pasado todos en esos años, nada rojo, nada negro y nada blanco, solo amarillo, que no ofende, y aparenta lo que son años y años de tranquilas palabras que hoy se escribirían en blanco y negro. 
Cuando mi hermana escribía lo hacia para ella, de hecho el diario estaba guardado en un armario, no bajo llave, pero casi. Cuando dice que su gran amiga —creo que fue su mejor amiga— Giovannina Petri había venido a tomar el té, nos hace pensar en quién era esa amiga que venía casi cada día a visitarla, desde su casa en la cuesta de la playa, no muy lejos de Villa Eugenia. Y nos hace recordar que Giovannina era la madre de Marigu,  la suegra del cónsul de España en Tánger Miguel Lojendio. Y nos hace saber que la familia Petri llegó a Tánger a finales del siglo XIX. Y un etcétera de datos que nos vienen a la cabeza con solo ese párrafo en el que nos cuenta quién vino a tomar el té. Cuando escribe que una nueva niña vino a merendar y que era la hija del director del diario España, nos hace pensar en quién era ese señor y en quién era su hijo, y sobretodo nos abre un sin fin de preguntas enlazadas a una simple frase de un diario que no es una biografía sino un relato de cosas que pasaban alrededor de mi hermana. 
Enrique me cuenta y me hace conectar por Internet a Facebook, Instagram, WhatsApp, estoy alucinada por no decir en «shock» cuando me imagino que en aquella época mi hermana hubiese tenido esas herramientas —que a veces las carga el diablo—, por ejemplo, no necesitaría el tener que hacer el papelito de la compra, directamente enviaría un «e-mail» a la tienda de turno en el zoco, para la compra del pescado; un mensaje de Whatsapp a la barca del pescador para pedirle  que hoy traiga pez espada, otro a Madame Porte para encargarle unas medias noches y los pasteles que siempre envía para los domingos. Ahora bien, sin papel nada sería igual, por ejemplo si esta novela solo se publica en versión digital ¿dónde firmo yo en las presentaciones que haré? 
[Enrique]

Continúo con lo que está contando Esperanza, y sin Internet no podría escribir esta novela, por dos motivos esenciales: sin la ayuda de Alberto Gómez Font y sus correcciones en tiempo casi real por Internet, y  sin los ánimos y comentarios que recibo de los lectores que recibo a través de Facebook. Difícil, por no decir imposible, podría ser cada semana sentarme frente al teclado y poner letra a letra lo que Esperanza piensa y me dice y lo que yo pienso y me digo

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