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Capitulo 11

[Esperanza]

Nota importante: Simita Levy le dice a su yerno Enrique que la adafina no lleva comino. 
En Villa Eugenia y en multitud de otras casas y villas, hay y hubo un fantasma que vigila para que nunca entre un ladrón, la prueba esta en que en Villa Eugenia nunca jamás robaron, esto me lo contó Hamed, jardinero y hombre para todo de aquella casa. Afirmo que hay todavía un fantasma y la prueba es que en el edificio que se construyó en el solar donde se alzaba el palacete los apartamentos casi no se venden:  cuando el vendedor enseña una vivienda , el potencial cliente nota y siente algo, algo que le dice que lo tiene que compartir y, naturalmente, no lo compra. 
Muchos de ustedes no se lo creen, pero es cierto, no porque lo diga yo, sino porque durante mis más de cien años no solo lo he visto sino que además he hablado con el, y me cuenta las miles de veces que tuvo que aparecer para impedir un robo en Tánger o en Tetuán. 
Año 1913: Estoy a punto de entrar en el Gran Teatro Cervantes, cuando digo entrar me refiero a hacer la gran cola de todos los invitados a la gran inauguración, veo a mi hermana Eugenia que todavía estaba soltera, pero virtual pretendiente de todos los solteros de Tánger, bueno… también de los divorciados y de los que estaban a punto de separarse. 
No hago un repaso completo, pero los apellidos que me vienen a la memoria son los de  las grandes familias de aquella época: Hachuel, Benarroch, Chocrón, Toledano, Ruiz, Peña Orellana, Cerdeira, Alcaine, Rodríguez Marchena, Sampedro y un largo etcétera. 
Viajo al año 2019 pues parece que en las ruinas del teatro van a construir un centro de cultura. A mi modesto entender deberían de hacer exposiciones de las cuatro culturas, es decir, islámica, cristiana, judía y atea. Y poner el acento en qué fue y qué será Tánger. 
Enrique me cuenta lo siguiente: El mirar por el catalejo te hace ser sordo, los ves pero no los oyes, los barcos, las gaviotas, las nubes y sobre todo las personas. No me acuerdo de haber visto a través del catalejo ningún avión, tampoco a una sola persona, sino muchas y en movimiento; la edad me ha hecho mirar con el catalejo al revés, de forma que todo aparece no solo muy lejos sino también muy diminuto:  las cosas, las personas y, sobre todo, los recuerdos. 
Año 1956: Como no hablo de política ni de fútbol, solo hago mención al año 1956 como el principio del fin de una gran época.

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